Un día más y por fin un rato de descanso. Lo echaba de menos. Somos 19 personas viviendo bajo el mismo techo y esta convivencia a veces se hace un poco insoportable. Una prueba de fuego para mi paciencia.  No es que esté mal, que nadie se asuste, pero todo tiene su explicación.

muro donde puedes dejar y coger lo que quieras

Vivimos en un colegio. Una improvisación de alojamiento. Es un edificio construido 40 ó 50 años atrás. Aquí reciben clase los niños desde los 3 hasta los 15 años. Como están de vacaciones podemos usarlo nosotros. Las dependencias son amplias, los pasillos interminables y muy espaciosos. Tenemos cocina, patio para jugar al basket, lavadora, secadora… Dormimos en dos aulas, tirados en el suelo en colchonetas de gimnasio. Como había muchas cogí dos para dormir más cómoda y no sentir que mis huesos se clavaban en el parqué. El primer día pasé un frío del carajo, aunque aprendí rápido  a encender los radiadores pero cuando se nota mucho calor viene la belga y me los apaga. Suele ser cuando la habitación está hirviendo, así que no me importa.

Dos franceses, una griega, dos italianos, tres españoles…, más bien parece el comienzo de uno de esos chistes internacionales, sólo graciosos para la nacionalidad del que los cuenta, pero no es eso. Éste es el grupo de gente con la que he vivido los tres últimos días y viviré los próximos diez.  Y en sólo 72 horas ya sé que la cosa no va a funcionar.

Los comienzos fueron malos y me temo que no van a mejorar. Nada más llegar me di de bruces con la realidad. ¡Soy de las más mayores del grupo! Yo, con mis veintiséis bien cumpliditos, llevados con orgullo, jactándome de ello en ocasiones y riéndome del prójimo cuando me envidia, ¡me he sentido vieja por primera vez en mi vida! Quien escupe para arriba corre el riesgo de que le caiga encima y a mí me ha pillado desprevenida y sin paraguas.

Esto no puede ser. Esta brecha generacional no entraba en mis planes y me ha roto los esquemas.  16, 17, 18, 19, 20… Al más pequeño le saco la friolera de diez años. Se dice pronto. Y hiere tanto como tan pronto se dice. Y yo que pensaba que los 26 eran una edad casi ideal, añorada por los treintañeros y ya en el olvido de los cuarentones, estos mocosos con su vitalidad me han tocado y hundido. La próxima vez que busque un campo de trabajo me aseguraré bien de cuál es la media de edad. No, mejor preguntaré cuánta gente hay con los mismos años que yo, no vaya a ser que a algunos les tenga que dar el biberón y a otros ponerles la dentadura. Pero sólo ha sido un pequeño imprevisto que ha metido una cornada a mi orgullo de veinteañera. Después de superado el trauma, lo mejor es integrarse e intentar seguir su ritmo.

Estatuas a la entrada del PERLAN, un observatorio

A priori parece fácil, pero os aseguro que no lo es. Si es que esta panda de niñatos irreverentes recién destetados ya camina dos pasos por delante de mí. Intento seguir su trote, pero no lo consigo. Nacen pisando fuerte y ya no me queda ventaja. Por poner algún ejemplo. El idioma. Quince años estudiando inglés y no entiendo ni jota. Pues he aquí el italiano de los seventin. Seventín, sí, seventín, diecisiete. Los ojos como platos se me pusieron cuando le oí. Rubio, con el pelo a lo Jona´s Brother, 1,80m, y habla tres idiomas. Inglés, Italiano y Francés. Trilingüe, como el Patio de la UAH. ¿Y español?, le pregunto por entablar algo de conversación. Nunca, -me responde soberbio, en inglés y bien seguro de sí mismo-, no lo voy a necesitar. ¡Chúpate esa Anita! ¿Y ahora qué coños le respondo? ¿Cómo se dirá en Inglés…? Mientras lo pienso se ha pasado el tiempo de respuesta y no hay lugar a réplica. ¡Maldito sea el inglés, el francés y el italiano que lo habla todo. Todo menos español, que no le hace falta. Encima de darme una buena colleja con los idiomas me da un sopapo con eso del español. Si éste supiera la verborrea que yo tengo se andaría con menos tonterías. Claro que no siempre se puede luchar en campo de batalla nacional. Me vuelvo a dar por vencida. Tocada y hundida, again.

Playa de Reikjavik

playa

Hablemos de la francesa de 16. Se ha pasado la vida viajando, imagino que con chupete y en carricoche porque no le ha dado tiempo a mucho más. Hace dos días le salió el último diente y empezó a dar los primeros pasos. Vive en París y decirlo la encanta. Es alta, escuálida, con el pelo largo y bien marcada la raya lateral para que el flequillo le cubra la frente. Usa un eyeliner very stronger que no se quita ni para ir a la swimiming pool. Ha estudiado en Estados Unidos, ha hecho cursos de inglés en Harvard que no en Jarvar y tiene un marcado acento americano pues su hermano no tiene tuenti yiars, tiene tueniards. Siendo sincera, es simpática. Se esfuerza por hablar con los españolitos que entendemos poco. Hoy me dio las gracias por la cena: I enjoyed your dinner, Ana. Eso entendí. Supongo que no jugara con el pollo asado ni con el arroz, así que me daré por aludida.

La playa es unicamente lo que aqui se ve

Somos veinte y tendría un capítulo entero para cada uno, pero me llevaría un tiempo del que no dispongo y nuestro campleader se merece una mención especial.

Meir es un tipo peculiar. Rondará los 50 años, quizá tenga menos pero en ese caso mal cuidados. Piel curtidita y rosada en los pópulos, gafas de pasta, pelo algo descuidado color ceniza, es delgado pero de perfil se intuye una prominente panza. Estética informal, desenfadada, sencilla. Es fotógrafo profesional, Israelí. Vive, cuando está allí, en un Kibut. Huyendo del estrés en el trabajo ha pedido un año sabático para venir a Islandia. Dice que la vida en el Kibut no es lo que era. Ahora es difícil sacar adelante la comunidad. Aquí trabaja como voluntario.  Habla una mezcla de francés, hebreo e inglés. Marisa dice que comete muchos errores gramaticales, yo ni me entero. Escucha Santana. Le gusta bailar y tomar cerveza. Es activo, activista y comprometido. Tiene a sus tres hijos, varones, desperdigados por el mundo. ¿Mujer? No lo sé, nunca ha hablado de ella.

Una foto de mi cara para que no os olvideis de mi.

Es hora de dormir, ya no estoy sola en la habitación y me reclaman el ordenador. Hoy las fotos no tienen mucho que ver con lo que he escrito…

Un saludo para todos desde tierras vikingas.